Calidad a partir de estándares

Carta para los educadores



¿Cuál sería la mejor opción para que la educación costarricense no se desfase de la globalización y de sus estándares de calidad?

La presente misiva está dedicada a la reflexión de docentes y autoridades administrativas vinculadas al contexto de la educación costarricense y pretende sintetizar una serie de condiciones y controversias referidos a los estándares de calidad en evaluación para la educación y con especial énfasis en el uso de las TICs, a nivel nacional e internacional para que el estudiante comprenda qué significa aprender de tecnología y con tecnología.

Su objetivo es resumir algunas de las preguntas o dudas que surgieron a partir de la lectura de los diferentes modelos de estándares tanto internacionales como los de la UNESCO o Pisa o nacionales como los elaborados por la Fundación Omar Dengo con la ayuda del ISTE y  cuestionar si se pueden aplicar al contexto costarricense a pesar de que la mayoría fueron creados en otros ámbitos y, si se pensara  utilizarlos en el país, qué posibles implicaciones podrían tener tanto desde el punto de vista pedagógico como político, económico o administrativo.
  • ¿Qué significa el aprendizaje por competencias?
  • ¿Dónde nace esta propuesta y qué propósitos persigue?
  • ¿Por qué el tema de competencias está tan de moda actualmente?
  • ¿Qué relación tiene con el modelo educativo costarricense?
  • ¿Cuál ha sido la evolución del modelo educativo costarricense y cómo lo concebimos actualmente?
  • En el perfil del educador que tiene más impacto: ¿Un docente con experiencia o con “maestría”?

Con respecto a estándares de calidad en la implementación de las TICs en nuestro modelo educativo con el Plan Maestro de Gobierno Digital de Costa Rica 2011 – 2014 se incorporan elementos necesarios para que el proceso educativo costarricense este acorde con la era digital, si cumple con: “el desarrollo de mayor autonomía, con altos niveles de soltura, flexibilidad, facilidad para adaptarse al cambio, destrezas efectivas de comunicación interpersonal y trabajo en equipo, altos niveles de capacidad intelectual, procesamiento simbólico, buena expresión oral y escrita, excelente manejo tecnológico, altos niveles de productividad y conocimiento de idiomas” (http://www.firmadigital.cr) además anota que para cumplir con la agenda digital en lo que respecta a la Visión 2018 se debe procurar que, para ese año, el país sea un proveedor internacional de productos y servicios intensivos en tecnología digital.

Por otra parte, tenemos el PROGRAMA DE IMPLEMENTACIÓN DEL MODELO DE EVALUACIÓN DE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN COSTARRICENSE (PIMECEC) del año 2011, una propuesta que tiene como objetivo que a partir de la participación voluntaria de los centros educativos implementar una “evaluación de la calidad costarricense con la finalidad de mejorar los procesos desarrollados y los resultados obtenidos dentro de un marco filosófico de mejora continua”. Dicho programa consiste en la ejecución de cuatro grandes etapas, teniendo en cada una de ellas como ejes transversales el trabajo en equipo y la autocapacitación. En la implementación de este modelo es importante que en cada una de las etapas se cumpla con las acciones de: planear, hacer, verificar y actuar (ciclo Deming) como sustento para el logro del mejoramiento continuo.


Además en nuestro país, se definen más políticas educativas por parte del Estado. Ejemplo de ello el CONARE respondiendo a esto ha llevado a cabo análisis y propuestas en áreas como el financiamiento de la educación pública y definición de  políticas de Estado para la educación costarricense. Entre otros hallazgos, conclusiones y recomendaciones se establece la necesidad de definir un modelo educativo que explicite de forma coherente y clara, cuál es la educación que necesita Costa Rica ahora y en el futuro. Al mismo tiempo CONARE hace una propuesta de políticas, estrategias y acciones en el proyecto denominado HACIA UN MODELO EDUCATIVO PARA ELEVAR LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN COSTARRICENSE para definir qué es la calidad de la educación según la propuesta de esta institución, además para que se revisen estrategias orientadas hacia procesos de cambio sostenibles en la educación costarricense, todo ello para elevar su calidad.


En la implementación de estas propuestas se debe considerar que la unificación de estándares, tanto a nivel nacional como internacional es muestra de gran importancia para la educación costarricense, ya que esto es un asunto complejo, y se requiere llegar a una educación de calidad. El propósito por el cual se utiliza la tecnología en el aula  se debe tener siempre presente, y debe responder a las necesidades actuales del mundo laboral, social, familiar, empresarial, y demás aspectos de nuestra vida; por eso el desarrollo de “competencias” con la guía de “estándares de calidad” es ineludible.

En este sentido, son imperiosas algunas estrategias educativas en las que predomine la construcción de conocimiento de una forma flexible e integradora, asegurando la comprensión y apropiación de nuevos conocimientos, propiciando el pensamiento crítico y creativo, en las que el estudiante sea partícipe y co-constructor de su propio aprendizaje y del aprendizaje de los demás desde una visión colaborativa y activa.

Como es bien conocido, el desarrollo de competencias, habilidades y destrezas relacionadas con las tecnologías digitales es de suma importancia en la actualidad, ya que se está inmerso en un nuevo tipo de sociedad, una sociedad cambiante, donde el conocimiento y el personal humano son su principal recurso; en este sentido, es de sumo interés el desarrollar competencias, habilidades y destrezas que le servirán al estudiante como un recurso valioso para su vida y formación; por ende, se necesita el uso de “estándares de calidad”, los cuales guíen la labor pedagógica y aseguren un ambiente de aprendizaje de calidad.

El trabajo por competencias necesitaría, en el caso de aplicarlo a la realidad educativa costarricense de primaria, secundaria o en las universidades, no solo de una ligera adaptación sino de un rediseño completo y de la creación de un plan o política nacional que incluya tanto a la educación pública como privada y que involucre a todos los actores del proceso educativo, desde el Ministerio de Educación Pública y las autoridades educativas de diferentes niveles, las Universidades, la población docente en servicio y en proceso de formación. Requiere replantear las carreras, los planes de estudios, los contenidos y la concepción de la evaluación y para realizarlo de manera seria demanda planificación, recursos y tiempo.

Aún si se contará con todos estos elementos se debe tomar en cuenta la rigidez del sistema educativo formal principalmente en el tema de la evaluación y la resistencia al cambio con las que podría enfrentarse una propuesta de este tipo.

La posible implementación de un modelo de Aprendizaje por competencias empresariales que vincule e integre al ámbito educativo costarricense, requeriría como punto de partida el diálogo, el convenio y el aprendizaje, y formación de académicos en las universidades que luego estén preparados para formar a las nuevas generaciones o que el proceso de formación se realice de manera paralela, tanto en primaria, secundaria como en la enseñanza universitaria. Acto seguido, esta implementación debiera ser evaluada según sus resultados en un periodo de por lo menos 5 años. Para ello se pretende definir estrategias y acciones como indicadores que permitan identificar los niveles de calidad a la vez que se cuente con la colaboración de educandos, docentes y padres de familia como aporte sustancial, ya que todos viven cotidianamente la realidad de la educación.

Cabe volverse a preguntar: ¿Cuál es el modelo educativo costarricense y su perspectiva histórica, cómo ha cambiado y cuáles son las necesidades de nuestro contexto, versus lo que plantean los estándares internacionales?
El modelo por competencias surge de una necesidad de las empresas en general de demandar mano de obra especializada, principalmente técnica, que pueda realizar las labores que ellos requieren. Este modelo no es nuevo porque históricamente la formación académica de los profesionales universitarios de diferentes partes del mundo se debate entre las exigencias del mercado o la demanda de los contratantes y el perfil de profesional y de ciudadano crítico que ofrecen las universidades de acuerdo con las carencias del país y de la sociedad en general.

No obstante lo anterior, en los años más recientes, la llegada de empresas transnacionales a Costa Rica , el auge de la sociedad de la información, el crecimiento de la industria dedicada a la tecnología y la crisis económica mundial, son aspectos que han llevado a las nuevas generaciones de estudiantes costarricenses a escoger entre la educación profesional universitaria que requiere más tiempo para su formación, pero que no necesariamente asegura un trabajo inmediato y que es difícil de pagar, frente a las opciones de un perfil técnico ya sea en instituciones para universitarias o en las mismas empresas contratantes o la certificación en el manejo de ciertas competencias especializadas pero que solicitan una formación más corta y que ofrecen una posibilidad de colocarse en el mercado laboral de una carrera más rápida y segura.

De acuerdo con nuestras experiencias hemos visto un cambio generacional que según sea el caso nos lleva a preguntar:
¿Cómo explicarle a un joven de 17 a 20 años cuyo ideal es graduarse pronto para buscar un trabajo que le permita ganar dinero para comprarse un carro o un Smartphone, que tiene la oportunidad de optar por una preparación más profunda e integral que solo un perfil técnico? ¿Cómo hacerle entender que un proceso de ágil preparación técnica no necesariamente implicará que al graduarse va a ganar más pronto  dinero, y que su formación práctica no es lo que hace  ser mejor ciudadano por aportar tempranamente con su trabajo al país?

Tal vez esta visión es  poco realista, pero desde nuestra experiencia los valores de las generaciones pasadas hace 20 o más años, son muy distintos de los de las nuevas. La presión de la economía mundial y de la sociedad de consumo cada vez empuja más a los jóvenes a optar por este nuevo modelo: ser una pieza más en el “engranaje” económico de la  sociedad.

Un ejemplo concreto de esta realidad en nuestro país se puede ver con las políticas de contratación de los call centers, que busca jóvenes que hablen un nivel básico de inglés, aunque no hayan terminado ni la secundaria para pagarles un salario similar al que gana un profesional. Si bien esta opción es muy atractiva para los jóvenes e incluso para profesionales que no encuentran trabajo en el área que estudiaron, tiene el inconveniente de que en muchos casos lo estanca en el nivel técnico.

Es cierto que la enseñanza universitaria es cara y las posibilidades de costear este tipo de educación por estudiantes de clase media y clase baja, cada vez queda fuera de su alcance. También lo es que estudiar un técnico en un colegio o un diplomado puede ofrecer una posibilidad para que los jóvenes puedan sacar una formación rápida, buscar trabajo y luego seguir estudiando una carrera universitaria, pero muchos de ellos se quedan en esta primera etapa una vez que empiezan a trabajar, pues en la mayoría de los casos los envuelve más la carencia económica, las expectativas monetarias y el deseo de poseer o simplemente no tienen  aspiraciones de superación.

La tendencia es clara, pues resulta evidente la influencia del mercado laboral en el estrato académico. Sin embargo, la Política Educativa carece de pautas, estándares y directrices que normen y catalicen su influjo.

Lo anteriormente expuesto, plantea la necesidad de replantear las carreras, los planes de estudios, los contenidos y la concepción de la evaluación en todos los niveles del proceso educativo; para realizarlo de manera seria se pretende de planificación, recursos y tiempo. Es sabido que se ha intentado cambiar la temática tradicionalista de la educación con la incorporación de las TICs, de forma que el educando “aprenda haciendo”, basados en la acción de la experiencia, grupos de trabajo con aplicaciones prácticas. Lamentablemente la forma de trabajar en el plano de la enseñanza es al revés, por lo que la gente se queja de la distancia entre lo aprendido y el mundo real, en la falta de prácticas y exceso de contenidos, sean a nivel universitario o de educación básica.
Por lo tanto esto no se acaba con la valoración, sino en la modelización y conciencia de lo que se ha hecho y el porqué se ha hecho, compartiendo y aprendiendo de la experiencia. La metodología y los objetivos deben ser estratégicos; utilizando una metodología coherente con aspectos cruciales a la hora de enfatizar en los trabajos concretos y prácticos, con temáticas actuales.

Las carreras universitarias en Costa Rica deben de contar con la aprobación del CONESUP (Consejo de Educación Superior), el cual es el que constata la preparación académica y científica del plan de estudios y es un requisito obligatorio. Recientemente se creó el SINAES (Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior) el cual promueve la  competitividad en todas las universidades, y en este campo, la Universidad de Costa Rica lidera en la actualidad con respecto a las demás universidades. Al invertir en una acreditación, la cual permite constatar a los estudiantes la calidad académica de las universidades, se realiza un proceso amplio, dentro del cual, se asigna un presupuesto alto, y se realizan evaluaciones muy detalladas a los docentes y estudiantes para la aprobación del SINAES. Por esto muchas carreras no pasan la prueba, al determinar ciertos factores que son importantes para los estudiantes.

El SINAES lo maneja el CONARE (Consejo Nacional de Rectores) el cual tiene un prestigio alto en el extranjero y las universidades que están fuera de Costa Rica. Si la carrera está acreditada, le otorga un visto bueno y la hace más confiable.

La reconfiguración del sistema de educación superior costarricense, se plantea en el contexto de un estilo de desarrollo neoliberal, en donde la acreditación de carreras universitarias, y la consecuente definición de la política pública, tendiente al establecimiento del órgano acreditador nacional, el SINAES, responde directamente a la lógica de un Estado que delega, en otras instancias, su papel ejecutor e interventor directo, mientras que las fuerzas del mercado se fortalecen y definen aspectos importantes de la organización y oferta del sistema de educación superior.

En efecto, las características del modelo neoliberal exacerbaron, en alguna medida, ciertas tendencias que se venían observando desde los años ochenta, tales como el incremento de la oferta de educación superior y los problemas para conseguir el financiamiento estatal para las universidades. Esto, aunado a las demandas sociales de rendición de cuentas y de petición de que las universidades demostraran la calidad de sus productos y sus procesos, hace que se visualice a la certificación, como una respuesta de las autoridades de la educación superior a la nueva configuración del sistema de educación superior, de acuerdo con las tendencias nacionales e internacionales.

Vista la acreditación como verificación pública de la calidad de las carreras y de los planes y programas ofrecidos por las instituciones de educación superior, ésta se perfila como un instrumento que permite diferenciar la oferta educativa del país y obtener también retribuciones diferentes, por parte de la sociedad que demanda sus servicios. Desde los orígenes mismos de la creación del SINAES, en donde las universidades estatales desempeñaron un rol decisivo, la acreditación de carreras implica recurrir a criterios de calidad frente a la necesidad de rendir cuentas ante la sociedad. Con esto se pretendía deslegitimar, de alguna manera, a muchas de las universidades privadas recientemente fundadas, aduciendo que estas no atendían a criterios de calidad en su gestión ni en su oferta educativa.

Sin embargo, vista como un factor de mercadeo, la acreditación de carreras y programas de educación superior, posibilita que algunas de las instituciones de enseñanza superior, cuya finalidad es lucrar mediante la oferta y demanda de formación universitaria, puedan recurrir al mismo sistema ideado y aplicado a las universidades estatales para acreditarse con los mismos criterios y estándares que estas utilizan.

Finalmente, es importante dejar claro que las discusiones en torno a la calidad de la oferta educativa universitaria, implica realizar antes un proceso de reflexión y definición de lo que debe ser una Universidad, lo que ésta debe ofrecer a la sociedad y cómo debe contribuir a la construcción de sociedades más democráticas y equitativas. Sin esta reflexión previa, quedarían varias interrogantes: ¿qué se está acreditando y la calidad de qué? ¿Se está acreditando lo que siempre se ha venido haciendo? ¿Se están acreditando programas y carreras pertinentes, de acuerdo con las necesidades del país? Y, si esto es así, ¿de cuáles necesidades concretas se trata, qué país o qué parte del país satisface? ¿Se están acreditando alternativas de educación superior realmente relevantes y acordes con el concepto de desarrollo que favorezca una reinserción favorable de nuestro país en el sistema mundial? ¿Se están acreditando carreras que impulsan el equilibrio ecológico, por ejemplo?

Previo al sello de acreditación que otorga la agencia externa a la universidad, se desarrolla un proceso de autoevaluación, al final del cual las carreras se comprometen a revisar a fondo los aspectos en los cuales la evaluación encontró deficiencias. El plan de mejoramiento propuesto se asume como un compromiso. Ahí reside gran parte del reto de la acreditación para universidades, tanto estatales como privadas: ¿se basan esos planes únicamente en mejoras de infraestructura, equipos, gestión, o por el contrario, suponen replanteamientos que van más allá de una visión reduccionista y estática y mercantil de la acreditación? El plan de mejoramiento debería ser la esencia de la acreditación y la posterior reacreditación la prueba de fuego de las carreras, a las cuales se les ha certificado la calidad.

Vale entonces preguntarse, si están dispuestas, tanto las carreras de las instituciones privadas de educación superior como estatales, a continuar el proceso y buscar la reacreditación, ¿van a seguir apostando a la calidad de sus carreras? ¿Continuará en las universidades privadas, el esfuerzo y la inversión en la calidad como manera de legitimarse, distinguirse y ganar mercado? ¿Cuál será el papel de la agencia acreditadora nacional en la reacreditación de las carreras? ¿Qué harán las autoridades universitarias en la definición del concepto de calidad y pertinencia subyacente en los procesos de re acreditación?

Consideramos que podríamos establecer algunas pautas para mejorar la calidad en la educación y con ellas garantizarla a las futuras generaciones; entre ellas destacamos:
1. Establecer contenidos, objetivos y propósitos reales. Que los temas puedan ser estudiados con su profundidad y la calidad que se merecen. De nada sirve saturar de contenidos los programas de estudio si serán poco significativos.
2. Se requiere que los docentes varíen su metodología (siempre apegados a una o varias teorías pedagógicas). Evitar las clases monótonas, repetidas y hasta predecibles. 
3. Erradicar la concepción de una "evaluación" centrada en la medición hacia el estudiante. Esa evaluación que solo mide, de mal manera, el dominio de los estudiantes sobre un contenido. Esa evaluación que tiene solo en la lupa a los estudiantes, librando (excluyendo) a los docentes, centros educativos, padres de familia, planes educativos, entre otros, de sus responsabilidades.
4. Para garantizar la calidad de la educación habría que hacer una evaluación que permita determinar el impacto en la sociedad, especialmente en la satisfacción de las necesidades del contexto. Para este aspecto, necesitamos generar una propuesta educativa 100% costarricense, desde nuestra propia cultura y realidad, para poder evaluarla a la luz de nuestra cultura. Nada ganamos trasladando modelos de países exitosos si sus necesidades y las nuestras distan en mucho.
5. Se requiere de inversión constante en infraestructura, en centros educativos que cuenten con las condiciones físicas básicas para garantizar la seguridad, tranquilidad y bienestar de los estudiantes, docentes y equipos.
6. Dotar a los centros educativos de bibliotecas, de materiales y recursos didácticos llamativos.
7. Propiciar un horario escolar que permita mantener un balance entre el estudio, el ocio, la recreación y deportes. Horarios escolares extenuantes no son sinónimos de calidad ni de aprendizaje.
8. Los padres de familia deben de empoderarse de la educación de sus hijos; cuando los padres comprendan que la educación inicia en el hogar y que no es responsabilidad de los docentes la crianza de sus hijos, la formación trascenderá todas las expectativas propuestas.
9. Debe de existir un programa de formación continua o permanente para todos los educadores en todos los campos de la educación.
10. Integrar las TICs en la educación, sin ninguna limitante y desde un uso ético del recurso. La integración debe darse y no suponerse. Las TICs deben estar presentes como algo inherente a la educación, tal como lo son (actualmente) los contenidos, objetivos y la evaluación.
11. Crear un sistema nacional o un programa que se encargue de realizar una Valoración periódica de la educación costarricense. Que exista una serie de estándares que permita analizar las fortalezas y debilidades del sistema educativo. Además, que se de la política de crear un Plan de Mejoramiento para solucionar todas las debilidades, así como uno enfatizado en mantener las fortalezas.
En conclusión se podría apelar a una última reflexión: si  la educación costarricense está en la búsqueda de la óptima ubicación nacional e internacional de acuerdo con  la globalización y sus estándares de calidad, son  realmente  los modelos foráneos las estrategias ideales como vía de evaluación para confirmar el nivel de calidad del estudio superior y su conexión con la realidad socio-económica que se vive?
La respuesta la tiene cada educador de hoy pues se podría autoevaluar y afirmar o no si  está  realmente preparado con las armas que posee de su formación profesional,  para satisfacer las necesidades que enfrentan hoy los alumnos y ayudarlos a desafiar  la cotidianidad. Usted decida!